El sonido de la multitud anunciaba la jauría humana, que se aproximaba.
La ciudad, antes un lugar tranquilo, se había transformado en un caos.
Las calles, en un tiempo silenciosas, ahora resonaban con el clamor de la masa enfurecida.
Hypnos huyó de la ola desenfrenada, tomó la salida de la derecha.
A salvo de la turba, se encontró con el «trapito», dueño de esa calle.
Hypnos se rió, al comparar las demandas de la multitud con las monedas que pedía el trapito.

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