El fin no justifica los medios

Al volante, atravesó la tranquera destartalada, levantando una nube de polvo. El camino de tierra, lo condujo al galpón de chapas, donde unos niños, con gestos amenazantes, mostraban su desagrado por los extraños.

Hypnos ignoró las amenazas, siguió conduciendo y sin saberlo, atravesó un portal invisible que había en el camino.

Entonces, se encontró en un nuevo mundo. Las calles, relucían bajo el sol, los edificios, decorados como si fueran cuadros, los rostros irradiaban una paz contagiosa. El caos, la miseria y la lucha por la supervivencia habían quedado atrás. Se encontraba con un orden perfecto, una belleza artificial y un bienestar sin preocupaciones por el mañana. Un reino fundado en la educación, la seguridad, el respeto por el otro y por la propiedad.

Sin embargo, algo de esa organización tan precisa como un reloj, le resultaba intrigante. No comprendía como, sin mucho esfuerzao podían alcanzar tan alto estado de felicidad.

Se preguntaba: –«¿pagarán algún precio?«.

No tardó en darse cuenta, de que sí, de que la lucha por la supervivencia había desaparecido, pero en cambio, debían someterse a una fuerza abstracta, una autoridad, tal vez una inteligencia artificial, que dictaba las reglas del nuevo orden.

Hypnos, comparaba el caos del pasado con el orden del presente y prefería el orden, pero no a costa de su libertad, porque «el fin no justifica los medios» y su libertad era tan valiosa como su vida.

 

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