Ella al final del pasillo, era una figura difusa, pero atrayente.
Hypnos, sintió que avanzaba hacia ella no por voluntad propia, sino impulsado por una fuerza superior que había tomado control de su vida. Mientras los ojos de la mujer lo absorbían, siguió sus pasos, sin decir palabra alguna, arrastrado por su magnetismo, con destino incierto.
Entraron a una habitación y ella se tendió sobre la cama, expectante.
El silencio de la escena era opresivo, Hypnos buscó refrescarse.
Cuando él regresó, ella ya no era la misma. Sentada, su mirada vacía, le quitó cualquier esperanza.
Hypnos preguntó, pero sus palabras fueron un murmullo.
Ella se levantó y se esfumó en la penumbra del pasillo, como si el no existiera.
La habitación vacía, había sido el escenario, de una lucha interna, donde Hypnos se debatía entre fuerzas invisibles opuestas.

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