Atrapado en un instante perpetuo

Nik, se había adueñado de una empresa ajena, en la cual Hypnos trabajaba. Todos los días se sumergía en las oficinas, donde rostros anónimos lo rodeaban, susurrando cifras.

Una mujer mayor, le encomendó una tarea casi imposible: programar el caos de la administración.

Mientras luchaba con circuitos y códigos, Ale, una figura femenina irrumpió en su mundo, trayendo consigo una noticia inquietante: había ocurrido un robo. En un parque, no muy lejano, estaban los restos de su auto, un R11 de color azul, ahora un despojo de metal retorcido.

Su espíritu justiciero lo llevó a un encuentro fatal. El ladrón, dueño de un arma y de una inquietante sonrisa, lo condenó, sin mediar palabras, a la inmovilidad y cayó sin resistencia.

El disparo había sido limpio y seco.

El tiempo, en lugar de avanzar, se congeló y él quedó atrapado en ese instante perpetuo.

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