Hypnos sostenía la masa blanquecina, de un poco más de un kilogramo, entre sus manos. Su cerebro, ovoide, como una nuez gigante, de superficie irregular, atravesada por surcos y cisuras, palpitaba al son cardíaco.
Las antenas, pequeños filamentos orgánicos que sobresalían, oscilaban según la frecuencia, alfa, beta, delta, etc..
El leve roce de su mano en el córtex prefrontal liberó un chorro de líquido viscoso blanco que resbaló entre sus dedos. Fluido: «encefálico tipo B-12: lubricante para sinapsis artificiales» o simplemente líquido encefalo raquídeo: «LER«.
El lugar olía a desinfectantes y en las pantallas se dibujaban las ondas «delta» de su mente.
Una voz robótica resonó desde un parlante, para avisar que el tiempo disponible se agotaba.
Hypnos presionó el tálamo y el «LER» brotó nuevamente, esta vez recordando el monólogo sobre el «ser o no ser«, de Hamlet, cuando se preguntaba:
– ¿En el sueño de la muerte, que sueños pueden venir?
Hamlet, encontró esta respuesta memorable:
«el miedo a lo desconocido, a lo que hay después de la muerte, que anida en la profundidad del ser, es lo que nos hace soportar las miserias de la vida.»
El texto dice:
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Pues, ¿quién soportaría los azotes y desprecios del tiempo?,
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La injuria del opresor, el desdén del orgulloso,
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Los dolores del amor despreciado, las demoras de la ley,
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La insolencia del estado y los desaires,
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Que la paciencia del virtuoso recibe del indigno,
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Cuando uno mismo podría darse fin,
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Con un simple puñal,
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¿Quién cargaría con estas cargas,
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Para gemir y sudar bajo una vida agotadora,
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Si no fuera por el pavor a algo después de la muerte,
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La zona inexplorada (la muerte) de cuyos confines,
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Ningún viajero regresa, desconcierta la voluntad,
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Y nos hace preferir soportar los males que tenemos,
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Que volar hacia otros que no conocemos?,
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Así la conciencia nos hace a todos cobardes, …..
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