Pese a que la oscuridad envolvía el edificio, Hypnos se animó a tomar el ascensor y a través del vidrio, vio a un joven amarrado a un alambrado, mientras que dos seres, le pegaban con un palo.
Al bajarse del ascensor, se encontró con dos desconocidos, uno, con el rostro pintado de blanco como un payaso y el otro, con la cara cubierta por un antifaz negro.
El tiempo se detuvo por un instante pero escapó.
En la calle encontraría un respiro.
Se subió a su auto y manejaba tranquilo, sin saber que una sorpresa lo esperaba en el peaje.
La operadora que desde lejos, parecía ser una bella mujer, se transformó en una muñeca de madera, con un sonrisa dibujada, labios pintados de rojos y trenzas rubias artificiales.
Cuando la muñeca abrió su boca, aparecieron su dientes metálicos, brillosos, que sonaban con un chirrido insoportable.
Hypnos aceleró sin destino alguno, sólo quería alejarse del lugar.
No podía soportar ni la violencia ni la crueldad.

Deja una respuesta