Volver a ser el mismo

Rodeado por una multitud en la que se perdía, llegó al lugar donde debía entregar sus documentos.

Los vio desaparecer en una desordenada pila, junto a carteras y billeteras ajenas, como si su identidad se diluyera entre las pertenencias de otros.

Siguió, lentamente, la marcha sin destino, acompañado por figuras que apenas distinguía, en una procesión cuya fe, desconocía.

A medida que caminaba, Hypnos deseó recuperar sus documentos.

Volvió sobre sus pasos, encontrando obstáculos de todo tipo, como una botella de aceite tirada en la calle, hasta que llegó al mostrador.

Allí el hombre uniformado lo miró con indiferencia y le dijo: -“No devolvemos documentos”, como si fuera una sentencia inapelable.

La tristeza se apoderó de Hypnos, quien se sintió víctima de una burocracia, que lo privaba del más elemental de sus derechos: «ser el mismo».

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