El abogado, con su sonrisa burlona, lo convirtió en blanco de su ironía.
Hypnos, nervioso, tiraba de los hilos de su abrigo, dejando al descubierto su vulnerabilidad, sin embargo aceptó la invitación del abogado a tomar un café en su casa, sin saber que le tendía una trampa.
Cuando llegaron, se encontró con un infierno de miradas hostiles que salían de los hijos del abogado, que saltaban a su alrededor. El saco deshecho, lo exponía a sus risas. De inmediato comprendió que era el objeto de sus burlas. Quiso evitar la creciente violencia y escapó, hasta el ascensor grúa, de la obra vecina.
Por un momento, tuvo la ilusión de estar a salvo de sus acosadores, en las alturas. Sin embargo, el viento agitaba la grúa, como si fuera una pluma, hasta que terminó con su entereza.
Con su caída evitó ser capturado, aunque tenía la sensación que aún lo perseguían.
Recién, cuando llegó a la habitación del hotel y se encontró con el amor de los suyos, respiró con alegría, recuperó su calma y el alma volvió a su cuerpo.

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