Habitaba otra dimensión

Impresionado por la figura que observaba a través del vidrio, a Hypnos le costaba reconocer a su padre, tras ese cuerpo deformado por la enfermedad. Su padre, como siempre tranquilo, se hallaba dentro de la cápsula de aislamiento, donde la contagiosa enfermedad, se había adueñado de su piel. Su cuerpo se había cubierto de globos, que la medicina no pudo evitar.

Hypnos se apartó, buscando un espacio y tiempo propio, para procesar internamente, la tristeza profunda que sentía por el estado de salud de su padre; también cierta indignación, porque creía que estaba ocurriendo una injusticia.

Entonces, en un acto de devoción manifiesta, cerró sus ojos, levantó sus manos hacia el cielo y después de unos segundos, comenzó a sentir como la energía fluía por ellas. Dejó pasar unos minutos para concentrar esa enorme cantidad de energía y luego extendió sus brazos hacia adelante, apuntando con sus manos, hacia los globos que cubrían la piel de su padre. El resultado llegó de inmediato, porque desaparecían uno detrás de otro. Primero fueron los de la cara, luego los del brazo, el torso, etc. hasta que no quedó rastro alguno de ellos.

Al terminar, se había hecho un vacío a su alrededor, no había nada, ni nadie, estaba inmerso en un espacio incommensurable y en una quietud interminable.

Hypnos habitaba otra dimensión.

 

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