Un sapo de otro pozo

Qué país tan extraño era aquel que habitaba Hypnos. Había recorrido el mundo pero no lograba asimilar la cultura local.

En el «patio de comidas» se le presentaban tres opciones. Dos de ellas seguían las costumbres orientales, con platos en base a pescados y algas, sabores que Hypnos no toleraba. En el ultimo puesto, en cambio, hablaban castellano con un marcado acento caribeño y servían platos sabrosos. Hypnos se refugió allí.

Al retirarse, tropezó con unos chicos, de mal aspecto, tendidos en el suelo. La inquietud lo invadió, aunque no se detuvo; continuó incómodo, llevando el peso de aquella visión de desamparo.

El desagrado que sentía por las costumbres del lugar iba en aumento y no lo ocultaba. Al principio las había tolerado, era cuando todavía buscaba trabajo.

Ahora extrañaba la solidaridad y la empatía de su tierra natal. Allí se sentía «un sapo de otro pozo«.

Hypnos contaba los días que restaban para regresar.

Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *