Desde lejos, presenció una escena increíble que lo transformó en un testigo impotente.
Una mujer de camisa negra y botas de cuero, sostenía una «herramienta eléctrica» que terminaba en tres puntas metálicas. Junto a ella, un hombre con el torso desnudo, atado a un alambrado, sería el destino de las descargas eléctricas que emanarían del terrorífico instrumento. Otras personas, como sombras humanas, esperaban su propio turno.
Ella procedía con su macabra tarea, ajena al sufrimiento que provocaba. Era un ser despreciable, psicópata y un mero instrumento del poder.
Por la mente de Hypnos pasó la conocida frase de Thomas Hobbes «El hombre es el lobo del hombre«.
El dolor se apoderó de su alma y sólo intentó olvidar lo que había visto.

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