Aquel día inolvidable el azar hizo que se topara con Nik, una figura conocida y simpática, pero a la vez psicópata no diagnosticado y mentiroso sin escrúpulo.
Estaba allí, parado a su frente, mudo.
Entonces Hypnos le preguntó : –¿debo darte la mano?
Ante la falta de repuesta y para romper la tensión del momento, extendió su mano y NIK no tardó en tenderle la suya.
Ambas manos se estrechaban, Hypnos percibió un aroma de lavanda, cual misteriosa señal del perdón que se habían concedido.

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