El auto avanzaba con dificultad por un camino precario, que atravesaba la isla. En el interior, tres figuras compartían el viaje: el conductor, cuyos pensamientos se concentraban en el agua que los rodeaba; un hombre alto y un tercer pasajero que pasaba desapercibido.
Al salir de la isla llegaron a su destino. En el interior de la Aduana, en una sala poco iluminada, un empleado en el escritorio exigió el pago de una suma considerable. El conductor sintió que era su obligación, pero el pasajero alto se adelantó, depositando un fajo de billetes sobre el escritorio. Entonces el conductor extrajo de su bolsillo un billete de treinta y dos mil. El dinero excedía el costo exigido, lo que provocó la devolución de un remanente a ambos. El equilibrio financiero restablecido, la transacción quedó sellada con la neutralidad burocrática del empleado.
Liberado de su tarea de chofer, Hypnos, se preocupó porque no había recibido el pasaje de avión, para el viaje que debía emprender al día siguiente, con el ticket que le enviaría el gobierno. Le molestaba su dependencia del estado, porque creía ser un hombre libre. Sin embargo, la contradicción entre «libertad» y «dependencia», era una paradoja no resuelta.

Deja una respuesta