El Instituto de Mar del Plata se erigía como un edificio blanco y frío.
El había sido invitado a ese mundo, extraño para Hypnos, de batas blancas y terminologías médicas.
La mujer que lo recibió, con una trenza negra y vestimenta impoluta, parecía una figura de otro tiempo, aunque en ese momento actuaba como guía, le explicaba todo lo que había en el Instituto y lo conducía a la sala de reuniones.
Después de las presentaciones, la reunión comenzó. Las palabras pronunciadas, le resultaban incomprensibles y resonaban en sus oídos como si fueran un molesto zumbido.
Avisó que se había quedado sin tiempo y se retiró, acompañado por el Director.

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